Mural de la cultura popular y revolucionaria
"Contra toda villanía un martillo de protesta y una hoz de rebeldía"
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Miguel Hernández, hilvanando sueños y clamor de justicia en sus versos
Un
28 de marzo de 1942, fallecía en la cárcel de Alicante, con 31 años,
Miguel Hernández: poeta comunista represaliado por la clase explotadora y
su herramienta fascista. El cuerpo de Miguel Hernández aguantó menos de
tres años la prisión franquista, debido a las penurias y malostratos;
pero su alma de lucha trasciende su vida, y su ternura revolucionaria
vence la saña fascista.
Por Cecilia Zamudio
Miguel
Hernández, inmenso poeta comunista, inmenso ser humano, artista de una
honestidad clara, eligió siempre estar con las y los humildes, siempre
con la clase explotada, hilvanando sueños y clamor de justicia en sus
versos. La clase explotadora y su fascismo se ensañaron con él: por
supuesto, no podían tolerar ni su lucha ni sus versos que retrataban no
solo la miseria que padece el pueblo, sino a los burgueses causantes de
la misma.
El fascismo es
la herramienta de la clase explotadora para mantener el capitalismo.
Así se ha perpetuado, y así se perpetúa, el capitalismo por todo el
Orbe: a punta de represión, exterminio, golpes de Estado, guerras
imperialistas, paramilitarismo, etc... La herramienta fascista, en su
macabra tarea de mantener en pie al capitalismo, ha asesinado a las
mujeres y hombres más bellos que ha parido la tierra.
A continuación, el Poema “Las Manos”, de ese Miguel eterno y universal:
Las Manos
Dos
especies de manos se enfrentan en la vida, brotan del corazón, irrumpen
por los brazos, saltan, y desembocan sobre la luz herida a golpes, a
zarpazos.
La mano es la
herramienta del alma, su mensaje, y el cuerpo tiene en ella su rama
combatiente. Alzad, moved las manos en un gran oleaje, hombres de mi
simiente.
Ante la aurora
veo surgir las manos puras de los trabajadores terrestres y marinos,
como una primavera de alegres dentaduras, de dedos matutinos.
Endurecidamente
pobladas de sudores, retumbantes las venas desde las uñas rotas,
constelan los espacios de andamios y clamores, relámpagos y gotas.
Conducen
herrerías, azadas y telares, muerden metales, montes, raptan hachas,
encinas, y construyen, si quieren, hasta en los mismos mares fábricas,
pueblos, minas.
Estas
sonoras manos oscuras y lucientes, las reviste una piel de invencible
corteza, y son inagotables y generosas fuentes de vida y de riqueza.
Como
si con los astros el polvo peleara, como si los planetas lucharan con
gusanos, la especie de las manos trabajadora y clara lucha con otras
manos.
Feroces y
reunidas en un bando sangriento avanzan al hundirse los cielos
vespertinos unas manos de hueso lívido y avariento, paisaje de
asesinos.
No han sonado:
no cantan. Sus dedos vagan roncos, mudamente aletean, se ciernen, se
propagan. Ni tejieron la pana, ni mecieron los troncos, y blandas de
ocio vagan.
Empuñan
crucifijos y acaparan tesoros que a nadie corresponden sino a quien los
labora, y sus mudos crepúsculos absorben los sonoros caudales de la
aurora.
Orgullo de
puñales, arma de bombardeos, con un cáliz, un crimen y un muerto en cada
uña: ejecutoras pálidas de los negros deseos que la avaricia empuña.
¿Quién
lavará estas manos fangosas que se extienden al agua y la deshonran,
enrojecen y estragan? Nadie lavará manos que en el puñal se encienden y
en el amor se apagan.
Las
laboriosas manos de los trabajadores caerán sobre vosotras con dientes y
cuchillas. Y las verán cortadas tantos explotadores en sus mismas
rodillas.
Poema LAS MANOS de Miguel Hernández
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Texto de introducción Cecilia Zamudio