La
burguesía aúpa al fascismo: Bolsonaro y el esclavismo capitalista
Por
Cecilia Zamudio
El
gran capital transnacional hace sus elecciones entre los candidatos a
la presidencia de los países: se trata siempre de elegir el
candidato que mejor gestione el Estado en favor de sus intereses, que
gestione la continuidad del saqueo capitalista. En función del
momento histórico, elige a gestores más abiertamente declarados
fascistas o a gestores socialdemócratas; lo que es imprescindible
para la burguesía es que el canditato/a priorice los intereses del
gran capital, en vez de los de la clase explotada. Las “elecciones”
en la Dictadura del Capital, pretenden dar una apariencia
“democrática” cuando no son otra cosa que la imposición de los
candidatos de la burguesía: ésta los impone mediante millonarias
campañas y todos los medios de alienación de los que dispone. La
línea política del imperialismo se impone indefectiblemente. En el
caso, muy improbable, de que falle este mecanismo de imposición de
las decisiones de la burguesía transnacional, esta recurre al golpe
de Estado y la desestabilización, como lo hemos visto en varias
ocasiones (como por ejemplo en el Golpe contra Salvador Allende en
Chile, el Golpe en Honduras más recientemente, o la usura económica
contra el gobierno venezolano). El fascismo es una herramienta de la
clase explotadora, al igual que lo es la socialdemocracia. La
burguesía implementa el fascismo cuando incrementa exponencialmente
la tasa de explotación y saqueo, ya que necesita mayor represión
para contener el descontento social que el incremento de explotación
genera; y usa a la socialdemocracia para apuntalar la estafa de la
“alternancia democrática”. Los gobiernos de la socialdemocracia
también toman medidas económicas que van en el sentido de los
intereses capitalistas, aunque algunos de estos gobiernos
socialdemócratas instauren a veces medidas de corte asistencialista,
a la par que siguen entregando los territorios y las poblaciones al
saqueo capitalista.
Las
elecciones burguesas plantean “elegir” con qué salsa van a ser
devorados los pueblos y los recursos naturales los siguientes años...
En este momento histórico, la burguesía se decanta claramente por
el fascismo, por todo el orbe. Los gobiernos socialdemócratas no
están actualmente en la agenda de la burguesía, ya los utilizó
durante un período para la pantomima de la “democracia”, y ya
éstos le hicieron todos los favores que les correspondía hacer. En
América Latina vemos la subida y apuntalamiento de regímenes
incondicionales del gran capital, declaradamente dispuestos a
incrementar la represión y violencia contra la clase explotada, como
es el caso en Colombia, Argentina, Chile, Brasil, etc. La burguesía
hace ganar a la salsa más amarga, pues en este momento histórico de
incremento exponencial del saqueo capitalista, requiere una “mano
dura”, abiertamente asumida como tal, para gestionar al Estado
Burgués. El ritual electorero funge de apuntalamiento del régimen
del Terror en países que llevan décadas padeciendo Terrorismo de
Estado, como es el caso de Colombia (en este país una combinación
de presiones socialdemócratas regionales, injerencia imperialista,
bombardeos y exterminio político, logró recientemente la
desarticulación de la mayor guerrilla del continente, lo que le abre
paso a mayor saqueo multinacional, a mayor Terrorismo de Estado
contra la población colombiana, y a mayor guerrerismo regional por
parte del régimen colombiano, aliado incondicional del imperialismo
estadounidense). Los recientes resultados en las “elecciones”
brasileras del 2018 [1], confirman esa tendencia a apuntalar
regímenes de corte fascista. Y no es que “los
pueblos son brutos y eligen mal”,
es que la maquinaria de alienación y propaganda dispuesta por la
burguesía para propulsar sus candidatos es descomunal, no hay
“elección” real en medio del condicionamiento y la coacción. Es
el poder económico y mediático que define los resultados. Lo
importante, más allá del juego electorero burgués en el que la
oligarquía y el gran capital transnacional ya marcan las cartas
desde el inicio, es que la clase explotada tome consciencia de que la
clase explotadora le hace una guerra permanente (una guerra
económica, mediática, ideológica, de exterminio incluso), y que
como clase explotada dejemos de adoptar como nuestro el discurso
falaz de la misma burguesía, dejemos de creer en las mil estafas que
esta despliega mientras prosigue el saqueo, y cuestionemos la raíz
del problema: el sistema capitalista.
La
clase explotadora transnacional y brasilera aúpa al fascismo para
intensificar la explotación y el saqueo: tras el golpe de Estado
institucional del 2016, encumbra en 2018 a Bolsonaro mediante una
campaña multimillonaria de manipulación, racismo, misoginia,
anticomunismo y fanatismo religioso. El odio promocionado ha
impulsado decenas de ataques fascistas: palizas y amenazas de muerte
contra comunistas, adversarios políticos, periodistas, e incluso el
asesinato del artista afrodescendiente Moa Do Katende, pilar de la
cultura bahiana. Marcello Pablito, de la agrupación Quilombo
Vermelho
de Brasil, expresa: «Moa
do Katendê era uno de los más importantes maestros de Capoeira del
país, fundador del histórico bloque afro Afoxé Badauê en
Salvador, activista de la cultura negra. Las 12 puñaladas que
penetraron el cuerpo de Maestro Moa vinieron directamente de la boca
de Bolsonaro, su partido y sus aliados, que estimulan el discurso de
odio a los negros, nordestinos e inmigrantes. Durante sus 28 años en
la Cámara de Diputados, hizo carrera en apología a la dictadura, a
la tortura, al recorte de derechos a los trabajadores, con posiciones
machistas y el más profundo odio contra los negros. Bolsonaro es la
representación de los señores esclavistas. Ese racismo que expresa
está al servicio de profundizar un proyecto de país esclavista y
completamente entregado al imperialismo, donde los negros, que ocupan
los peores puestos de trabajo y reciben los peores salarios, sean aun
más explotados para las ganancias de los grandes capitalistas» [2].
El
proyecto de profundización del saqueo capitalista se apoya en todos
los pilares de odio fascista. El fascismo no es un “espontáneo
miedo al otro”;
al contrario, es
fomentado a consciencia por la clase explotadora y sus medios. El
aparato cultural y mediático del capitalismo intensifica su
promoción del racismo, del machismo, del anticomunismo, y de todo
paradigma de discriminación, con la finalidad de dividir a la clase
explotada. La clase explotadora suple, a través de sus medios de
alienación masiva, exhutorios de rabia: de la rabia que genera la
explotación y empobrecimiento. El aparato cultural crea las figuras
de “chivos expiatorios” sobre los que dirigir la rabia; fomenta
la visceralidad desprovista de análisis y el fanatismo religioso;
explota todo suceso para hacerle propaganda a las fuerzas y
estructuras represivas. La clase explotadora sabe del descontento
social y la rabia que genera su explotación: por ello encauza esa
rabia de los expoliados hacia direcciones equivocadas. Otro de los
pilares de odio de Bolsonaro, es la misoginia: las hordas fascistas,
enardecidas por su discurso y la hiel que difunden los medios, han
agredido a varias mujeres, grabando incluso esvásticas sobre el
cuerpo de una joven. En Brasil cada diez minutos violan a una mujer.
Cada media hora una de ellas sufre una violación colectiva. Cada dos
días muere una mujer por un aborto inseguro, por causa de la
prohibición del aborto. Hay en promedio ocho víctimas de
feminicidio diarias. En ese contexto ya profundamente machista, Jair
Messias Bolsonaro encarna la misoginia más exacerbada: llegó a
increpar a la exministra María Do Rosario, con la frase de “no
mereces ni que te viole”[3],
le dedicó su voto a favor del “impeachment” contra Dilma
Rousseff al coronel Ustra, conocido en la dictadura brasileña por
usar técnicas de tortura como introducir ratas en las vaginas de las
guerrilleras. Bolsonaro definió el nacimiento de su propia hija como
un momento de debilidad: “Tuve
tres varones, y con la cuarta di un bajonazo”[ibidem].
Expresa su apoyo rotundo a la desigualdad salarial, metodología de
acumulación capitalista que consiste en perpetrar un mayor robo de
la plusvalía contra las mujeres (por un trabajo igual, las mujeres
reciben un salario inferior que los hombres. En Brasil los hombres
cobran un 52% de media más que la mujeres):
“No es papel del Estado sino de los empresarios. Para mí es lógico
que ganen menos porque se quedan embarazadas y faltan al trabajo”,
expresó en un debate televisivo [ibidem]. Las mujeres representan el
52,5% del electorado brasileño, pero lamentablemente, como todo el
conjunto de la clase explotada (trabajadores y trabajadoras), la
mayoría llega a votar contra sus propios intereses, condicionada por
el fanatismo religioso y la alienación mediática.
Bolsonaro
es un ferviente defensor de la dictadura brasilera, que se instauró
tras el Golpe de Estado militar de 1964, llegando incluso a expresar
que no asesinó lo suficiente: “El
error de la dictadura fue torturar y no matar”[4].
“En
el período de la dictadura, hubieran tenido que fusilar a unos
30.000 (...)hubiese sido una gran ganancia para la nación”[5].
Espetar estos despropósitos es posible
en una sociedad en la que jamás han sido castigados los torturadores
de la dictadura, ni los posteriores torturadores, una sociedad
marcada por la Ley de Amnistía y una educación destinada a la
desmemoria; una educación destinada a que la población no comprenda
que la dictadura fue implementada por la burguesía nacional y
transnacional, en aras de profundizar el saqueo capitalista. El Golpe
de 1964 contra Joao Goulart contó con la injerencia estadounidense y
se produjo después de que Goulart anunciara reformas benéficas para
Brasil, que limitaban el saqueo capitalista, tales como la
nacionalización de las refinerías de petróleo, la expropiación de
tierras para la aplicación de la reforma agraria, la disminución de
la participación de empresas extranjeras en ciertos sectores
estratégicos de la economía [6].
El
Golpe de Estado militar fue aplaudido por los grandes medios
nacionales e internacionales, que por supuesto no se hicieron eco de
los gritos de los miles de torturados, del dolor de un pueblo frenado
en su emancipación histórica. “La
censura ocultaba la violencia. Y la propaganda vendía una idea de
milagro, la imagen de un país donde todo el mundo era feliz(...) En
1979 se había firmado una ley de amnistía que exculpaba a los
agentes del Estado de cualquier delito contra los derechos humanos.
Esa ley fue la cláusula principal de la transición. Y ahora una
parcela de la población tiene un recuerdo que no es traumático de
la dictadura; de que no fue para tanto(...)”[7].
En el 2010, la Orden de Abogados de Brasil intentó revisar la Ley de
Amnistía de 1979, para poder juzgar a los torturadores que
desgarraron miles de vidas durante la dictadura; pero lamentablemente
la derogación que pedían víctimas y defensores de DDHH fue
rechazada, hasta con el apoyo de la socialdemocracia [8]. La
transición en 1985 y las décadas siguientes, fueron el reino de la
impunidad y la continuidad capitalista. La burguesía había logrado,
mediante la dictadura, mediante el exterminio de los hombres y
mujeres más comprometidos con la justicia social, mediante el
Terrorismo de Estado aplicado contra todo intento organizativo de la
clase explotada, mediante la entrega del país al capital
transnacional, frenar el desarrollo histórico emancipador de
Brasil... y podía dedicarse a cosechar los frutos de la barbarie,
amargos para el pueblo, pero jugosos para el gran capital local y
transnacional.
En
2018 la burguesía impone nuevamente un régimen abiertamente
fascista, asegurándose de que sea su elegido el que gane la “farsa
electoral”: «Las elecciones estuvieron marcadas por la continuidad
del golpe institucional, tuteladas por las fuerzas armadas,
manipuladas por el poder judicial, con la prisión arbitraria de Lula
para impedir su participación (...)marcadas por la proscripción de
casi un millón y medio de electores en la región Nordeste, además
del apoyo a Bolsonaro por parte de la gran prensa, el agronegocio,
empresarios y políticos golpistas(...) Es más que simbólico que el
fortalecimiento de esa extremaderecha ultraliberal, racista,
homofóbica, machista y esclavista se haya materializado en el
asesinato de uno de los más reconocidos maestros de Capoeira, uno de
los más fuertes símbolos de la cultura y heroica lucha negra en
Brasil, y en Bahía, uno de los estados con mayor concentración de
negros (...) En nuestro país hay una profunda y rica historia de
negros que se rebelaron contra la esclavitud, que en la lucha por su
libertad organizaron revueltas, rebeliones y pusieron en pie miles de
Quilombos, haciendo temblar a las élites colonial e imperial,
tradición que confluye con la formación de la clase obrera en
Brasil»[9].
El
asesinato de Moa Katende representa un claro mensaje de exterminio
contra la organización de la clase explotada, además de representar
una gran pérdida para la cultura (sus obras fueron grabadas por
artistas como Caetano Veloso y Clara Nunes, y su aporte a la cultura
baihana es sustancial). Este asesinato se suma a los centenares de
asesinatos políticos perpetrados por las fuerzas militares y
paramilitares, en su labor de represión contra la reivindicación
social y política. Este asesinato:
«no fue obra de “un loco suelto”. Es un predecible subproducto
de la campaña que el ex-capitán del Ejército llevó adelante de
cara a las presidenciales. Los propósitos racistas plagaron sus
discursos(...) [Además] Bolsonaro incitó al asesinato de los
simpatizantes de la izquierda, proclamó “vamos a fusilar a la
petralada”; “la petralada” en Brasil es algo similar a decir
“los zurdos”»[10].
Bolsonaro
expresa, acerca de los asesinatos perpetrados por la policía militar
en Brasil durante los últimos años, que:"Tendría
que matar más"[11].
El elegido de la burguesía criticó con saña el trabajo de
reivindicación de justicia social y de denuncia contra la policía
militar, realizado por la concejal Marielle Franco en las comunidades
más empobrecidas de Río de Janeiro. Marielle fue asesinada para
callar su voz. Tras su éxito en la primera vuelta, Bolsonaro expresó
que iba a
"poner el punto y final a todos los activismos de Brasil"
[ibidem].
Las
calles de Brasil están militarizadas desde hace meses, y lo son
reiteradamente por extensos períodos desde hace años: la labor
militar es reprimir el descontento social frente al saqueo
capitalista que empobrece a la población, mientras enriquece a un
puñado de multimillonarios. Cuando la clase explotadora incrementa
la explotación y el saqueo, y que en contraparte las poblaciones ya
no aguantan más y se fragua la rebelión, la clase explotadora echa
mano de la represión más bárbara: deteniendo hasta niños pequeños
en las calles para registrarlos, amedrentando los barrios más
empobrecidos. La militarización se ha cobrado decenas de vidas: “El
empleo de las Fuerzas Armadas en la ciudad de Rio de Janeiro se ha
convertido en una constante (…) Esta conducta ha ocasionado un
festival de violaciones de derechos humanos, sobretodo en contra de
la población negra, mestiza y pobre" [12].
El
saqueo capitalista causa éxodos rurales que engrosan las barriadas
urbanas más empobrecidas; pero la burguesía no pretende frenar el
saqueo, sino golpear doblemente a los despojados, desplazados y
empobrecidos. Para forzar las comunidades campesinas a abandonar sus
tierras, el gran capital recurre al terror paramilitar. Las calles y
campos militarizados impusieron al régimen de derecha que urdió el
golpe institucional del 2016, y ahora apuntalan a Bolsonaro, que
viabiliza al máximo el saqueo de los riquísimos recursos naturales
de Brasil. La
dirigente nacional del MST,
Kelli Mafort , expresó: “La
cuestión agraria brasileña está en el centro de la economía y en
la disputa de ese proyecto, tanto el golpe como el programa de
Bolsonaro van en el mismo camino de que el campo brasileño sea del
agronegocio, de la minería, de los monocultivos y del veneno”[13].
Millones
de desposeídos son empujados a los caminos del hambre. La
desesperanza que causa el empobrecimiento es encausada en alienación
religiosa, se trata de impedir que las y los explotados se rebelen.
La alienación religiosa, implantada a sangre y fuego en Brasil desde
la época colonial, fue mantenida por las clases dominantes durante
siglos de educación religiosa y de productos culturales destinados a
la alienación. La religión católica preconiza la sumisión, las
nuevas iglesias evangélicas preconizan lo mismo: son una verdadera
cadena contra la emancipación de los pueblos. Bolsonaro es por
supuesto un fanático religioso, y ya expresa claramente sus
intenciones de acabar con la laicidad y de embestir contra las
creencias de los pueblos indígenas y afrodescendientes que no se
hayan todavía plegado al “dios” que impuso la colonia
portuguesa: “Dios
encima de todos. No existe esa historita de Estado laico, no. El
Estado es cristiano y quien esté en contra, que se mude. Las
minorías tienen que plegarse a las mayorías”
(mitin en Paraíba, febrero del 2017) [14].
El
capitalismo se ha perpetuado siempre a punta de exterminio,
alienación, fascismo. Frente a la continua guerra que la clase
explotadora perpetra contra la clase explotada, la única opción de
un futuro de libertad consiste en la toma de consciencia de clase, y
la consiguiente lucha emancipadora que se articula a la consciencia.
La burguesía lo sabe, por eso trabaja la alienación para impedir la
toma de consciencia, y la represión contra la parte más consciente
de la clase explotada. La clase explotadora brasilera y transnacional
pretende exterminar la reivindicación social usando la barbarie
represiva, pero el pueblo no se detiene cuando lo que reclama es
Justicia Social. Marcello Pablito expresa: «Sabemos
que para derrotar a la extrema derecha no podemos confiar en la
salida electoral y en las alianzas que el PT hizo, que abrieron
camino al golpe y al fortalecimiento de la derecha. La resistencia y
osadía del pueblo negro estuvo en la línea de frente de la lucha de
clases, y en esas experiencias nos referenciamos. Mientras haya
capitalismo, habrá resistencia negra, para la furia de Bolsonaro y
compañía. El Maestro Moa fue asesinado porque cargaba en sus venas
esa historia, esa fuerza. Es por esa tradición de lucha, resistencia
y osadía de los negros que Bolsonaro nos odia.(...) Tienen miedo de
lo que puedan hacer los negros cuando se ponen en movimiento contra
la opresión y la explotación. Miedo de que nuestro ánimo de lucha
despierte al conjunto de los trabajadores. Por eso, es en la lucha de
clases donde derrotaremos a Bolsonaro y a sus aliados (...)No
olvidamos a Marielle, no olvidaremos a Maestro Moa”
__________________________________________
[1]
Este texto se escribe tras la primera vuelta, a pocas horas de la
segunda vuelta, en la que, probablemente quedará apuntalado el
candidato Bolsonaro.
[4]
“El
error de la dictadura fue torturar y no matar”.
Declaraciones en entrevista
con la radio Jovem Pan, junio del 2016,
https://www.nacion.com/el-mundo/politica/las-frases-celebres-de-jair-bolsonaro-candidato/53YWTQ46KNCHLHGJCBB3BLVGGE/story/
[5]“En
el período de la dictadura, hubieran tenido que fusilar a unos
30.000 (...) hubiese sido una gran ganancia para la nación”
Declaraciones
difundidas por TV Bandeirantes, mayo de 1999
https://www.nacion.com/el-mundo/politica/las-frases-celebres-de-jair-bolsonaro-candidato/53YWTQ46KNCHLHGJCBB3BLVGGE/story/
[8]
Hasta el gobierno de Lula se pronunció en contra de la derogación
de la ley de Amnistía del 79, derogación que pedían víctimas y
defensores de DDHH, en abril de 2010. Estos
son los favores que la socialdemocracia le hace al capitalismo y su
aparato represivo, favores que, como en este caso, ni siquiera le son
suficientes para evitar la orden de persecución en su contra, cuando
la burguesía decide alistar al fascismo.
“La
mayoría de los jueces de la Corte votaron en contra del pedido de la
Orden de Abogados de Brasil (OAB), que pretendía que se
reinterpretara la Ley para poder juzgar a quienes cometieron torturas
durante los años de represión. (…) El gobierno de Lula da Silva
se había pronunciado en contra de la derogación de la Ley. El
mandatario afirmó que lo importante "no es sancionar a los
militares, sino recuperar la historia de aquellos que fueron
perseguidos".”
[11]
https://www.eldiario.es/internacional/brasilenos-entregan-capitan-abogaba-Congreso_0_822768260.html
[14]
“Dios
encima de todos. No existe esa historita de Estado laico, no. El
Estado es cristiano y quien esté en contra, que se mude. Las
minorías tienen que plegarse a las mayorías”
(mitin en Paraíba, febrero del 2017).
https://www.nacion.com/el-mundo/politica/las-frases-celebres-de-jair-bolsonaro-candidato/53YWTQ46KNCHLHGJCBB3BLVGGE/story/